jueves, 17 de enero de 2008



¿Por qué la organización de Abu Ayyub al-Masri vive su ocaso?


Por Manuel R. Torres Soriano

Publicado por Safe Democracy Foundation

16 de enero de 2008


El proceso de automarginación de otros grupos terroristas emprendido por Al Qaeda en Irak está conduciendo a su extinción, resultado de una mezcla de crueldad sin límites, la ausencia de integración social, las torpezas estratégicas de sus líderes, y una continua presión antiterrorista. No obstante, este escenario no implicará el fin de los problemas para Irak, ni siquiera el fin de la violencia terrorista en este país. Aunque la organización Al Qaeda en Irak desparezca o quede reducida hasta la inoperancia, es más que probable que su legado ideológico perdure.

Existe sólo un reducido grupo de acontecimientos que pueden imprimir un beneficioso cambio de rumbo al destino de Irak. Uno de ellos es una victoria contundente sobre las redes yihadistas que llevan casi cinco años asolando este país árabe. Un escenario inimaginable hasta hace poco, pero que a inicios de 2008 puede convertirse en una sorprendente realidad; y no debemos restar importancia al aumento de la efectividad contraterrorista del ejército norteamericano, fruto de la culminación de un doloroso proceso de aprendizaje y adaptación organizacional.

Con todo, lo cierto es que han sido las propias torpezas de filial de Bin Laden, el principal responsable de su incierto futuro. Dicho grupo terrorista ha cometido en un corto espacio de tiempo todo un conjunto de errores estratégicos, capaces de convertir a esta organización en un actor marginal e irrelevante.
Si bien es cierto que la prensa internacional se ha hecho eco del descenso del número de atentados, del levantamiento de algunas milicias suníes contra los miembros de Al Qaeda, de la creciente colaboración de la población local contra la presencia de los muyahidines, o de la difusión de edictos religiosos de importantes clérigos que condenan las acciones de este grupo, de la realidad se desprende que pocos medios han profundizado en el análisis de las causas que han provocado este sorprendente giro de los acontecimientos. Sin embargo, esto no es un hecho casual, sino el fruto de la acumulación de una serie de tremendos errores, como se verá a continuación.


DE LA VIOLENCIA EXTREMA A LA AUTOMARGINACIÓN
A nadie puede sorprende que un grupo terrorista haga un amplio uso de la violencia para alcanzar sus fines. Sin embargo, en el caso del grupo fundado por el jordano Abu Musab Al Zarqawi, el recurso a la violencia ha alcanzado una amplitud y crueldad difíciles de digerir incluso para el público más radicalizado.
Este grupo fue pionero en el secuestro y decapitación de rehenes con fines propagandísticos. La crudeza de estas imágenes llegó a generar contradicciones incluso en los más acérrimos defensores de la yihad liderada por Al Qaeda. Esta circunstancia llevó al número dos de la red terrorista, Ayman Al Zawahiri, a solicitar en una carta al terrorista jordano que no difundiesen más este tipo de imágenes pues no siempre eran bien entendidas y dañaban la imagen de la yihad entre el mundo musulmán.

Sin embargo, los miembros de Al Qaeda en Irak no sólo han hecho alarde de su crueldad matando, descuartizado y torturado a las tropas de la coalición y a los miembros del ejército y la policía iraquí, sino que también han reprobado a todos los chiíes, el sector mayoritario de la población iraquí, calificándolo de apóstata, y por tanto, merecedor de la más despiadada de las muertes. El señalamiento de este enemigo interno no es una aportación nueva de esta facción de Al Qaeda; de hecho, forma parte del ideario de todos los grupos que se alimentan ideológicamente del salafismo yihadista. Sin embargo, Bin Laden –a lo largo de más de una década de intervenciones públicas– ha expresado de manera clara su intención de dejar aparcada esta cuestión secundaria, hasta que hubiese sido derrotado el enemigo lejano formado por Estados Unidos y sus aliados.
No obstante, desde sus primeros inicios, este grupo ha hecho caso omiso de esta recomendación estratégica de Bin Laden, emprendiendo toda una serie de acciones terroristas cuyo único objetivo es azuzar la llama del odio interreligioso y la guerra civil. Si bien es cierto que Al Qaeda ha disfrutado de un respaldo implícito por parte de un considerable sector de la opinión pública islámica, dispuestos a legitimar la violencia contra las tropas de la ocupación, dicho apoyo se ha difuminado cuando el grupo ha pretendido también justificar la violencia contra la población civil.
Los métodos elegidos por esta organización criminal para implementar su ideario, tampoco han beneficiado mucho su intento por granjearse la simpatía y el respaldo de su base social. Lejos de la idealizada imagen de unos guerreros islámicos que sacrifican su vida para defender al Islam y a sus gentes, la realidad de sus acciones son las propias de una salvaje mafia. En las zonas bajo su control, Al Qaeda en Irak no sólo ha pretendido imponer brutalmente que las mujeres tapen sus rostros, la prohibición de la música, el tabaco, el alcohol e incluso el hielo, bajo el sorprendente argumento de que éstos no existían en tiempos del Profeta, sino que también ha emprendido una campaña de extorsión contra todos aquéllos que no se sumen a las filas. Sus miembros han robado indiscriminadamente, han secuestrado a civiles para cobrar rescates, y se han apropiado de las propiedades de los chiíes expulsados de sus barrios. Su degradación ha llegado al punto de colocar explosivos escondidos en los cadáveres de sus víctimas, para accionarlos cuando alguien se atreviese a retirar los cuerpos en descomposición. La miseria, el hedor de la muerte, y el terror han sido los rasgos característicos de las zonas liberadas por los muyahidín.


SU ALEJAMIENTO DE LA SOCIEDAD
Al Qaeda en Irak no sólo ha sido fundada y liderada por un no iraquí, sino que, desde sus inicios, sus filas se han nutrido de manera mayoritaria por musulmanes de otros países carentes de cualquier tipo de vinculación con este país árabe. Si para muchos de los grupos insurgentes que combaten la presencia estadounidense en Irak su lucha tiene un altísimo componente de reafirmación nacionalista, para los muyahidín de Al Qaeda su lucha está vinculada a una guerra global que no conoce de fronteras y nacionalidades. Por tanto, su desembarco en Irak es una mera contingencia, fruto de la necesidad de acudir a cualquiera de los escenarios donde se dirime una lucha del Islam contra sus enemigos.
Esto crea una importante brecha entre los miembros de Al Qaeda y la población a la que supuestamente proclama defender. Los iraquíes no pueden evitar contemplar con sospecha y cierta xenofobia el endeble vínculo que une a los muyahidines con la población iraquí, y prefieren dirigir sus lealtades hacia grupos insurgentes plenamente autóctonos, cuya principal y casi exclusivo objetivo es la expulsión occidental del país, y no tanto avanzar en la islamización forzosa de la sociedad iraquí, o la incorporación del país a una fantasmagórica entelequia califal. Consciente de este problema, Al Qaeda en Irak ha tratado por todos los medios de acentuar su identidad local, a través del reclutamiento (y contratación) de militantes iraquíes y a través de una persistente campaña propagandística destinada a restar importancia al componente extranjero de la militancia yihadista en Irak.

Sin embargo, tras la muerte de su líder y fundador en un bombardeo estadounidense, la sucesión recayó en el egipcio Abu Ayyub al-Masri. Un nuevo argumento para aquéllos que denunciaban que el grupo estaba dominado y dirigido por extranjeros. En un intento desesperado por combatir estas críticas, la organización anunció en octubre de 2006 su integración en un confuso ente de nuevo cuño denominado Estado Islámico de Irak (ISI), frente al cual se situó a un iraquí, Abu Omar, el bagdadí, un completo desconocido sin credenciales, imagen, ni voz conocida, pero que, sin embargo, exigía en su primer comunicado escrito lealtad hacia su persona. Poco tiempo después, una serie de interrogatorios a importantes militantes apresados, supondrían un duro varapalo para la credibilidad de este proyecto. Según estos (incluyendo el propio responsable de la propaganda del ISI), este supuesto líder terrorista originario de Bagdad, era un personaje ficticio, creado por los muyahidines extranjeros con el único propósito de seguir controlando el grupo bajo la apariencia de un liderazgo autóctono.


INTRANSIGENCIA Y CEGUERA ESTRATÉGICA
Al Qaeda es sólo uno de los diferentes grupos terroristas e insurgentes que combaten la ocupación aliada en Irak. Ni siquiera es el más importante, ni el más numeroso. Sin embargo, con una mezcla de creatividad y pericia propagandística ha sido capaz de ofrecer al mundo la imagen de ser la organización que lidera la resistencia, y que toda la oposición a la presencia de Estados Unidos en este país es de naturaleza planamente islamista. Durante sus primeros años, sus comunicados estaban repletos de llamamiento a la unidad de todos los musulmanes en Irak contra la ocupación cristiana y judía, llegando incluso a forjar algunas alianzas con grupos menores y llevar a cabo acciones conjuntas con los miembros de otras organizaciones insurgentes.
No obstante, pronto quedó clara la naturaleza de su proyecto unificador. Al Qaeda estaba más interesada en controlar toda la insurgencia y avanzar en la islamización forzosa de la sociedad iraquí, que en lograr la expulsión de los estadounidenses. El grupo empezó a amenazar a todos aquellos iraquíes que no se uniesen a sus filas y proclamasen lealtad a sus líderes. Dando muestras de una desconcertante ceguera estratégica, el grupo pronto materializó sus amenazas, empezando a asesinar, secuestrar y torturar a los militantes de otras organizaciones suníes. Sin salir de su asombro por estos incomprensibles acciones de los yihadistas, muchos de estos grupos lanzaron comunicados exigiendo disculpas y una reparación por estos criminales actos de Al Qaeda en Irak. Pero los muyahidines, lejos de poner fin a este suicida enfrentamiento con sus potenciales aliados, han multiplicado el número de agresiones contra ellos.

Una espiral de intransigencia y torpeza que culminó con la proclamación del ya mencionado Estado Islámico de Irak. Un acto unilateral, que no contó ni con la consulta ni con el apoyo de ningún grupo suní del país, y cuya falta de credenciales religiosas fue duramente criticada por clérigos que hasta el momento habían prestado apoyo y legitimación a esta filial alqaediana. Sin ningún tipo de sentido del ridículo, el grupo divulgó en Internet la composición de unos ministerios carentes de cualquier tipo de control sobre el territorio, y lo que es más importante, sin ningún de tipo de capacidad para mejorar las trágicas condiciones de vida de la población iraquí.
Desengañados sobre la posibilidad de que Al Qaeda en Irak vuelva recuperar el juicio, importantes grupos insurgentes autóctonos como el Ejército Islámico de Irak han empezado a publicitar como éxitos sus acciones contra este grupo yihadista, anunciando, por ejemplo, acciones armadas para conseguir la liberación de los iraquíes retenidos por los criminales y ladrones extranjeros.


LA PROPAGACIÓN DEL DISCURSO YIHADISTA
Este proceso de automarginación emprendido por Al Qaeda en Irak tiene notables paralelismo con el emprendido por el grupo terrorista argelino GIA en la década de los noventa. Al igual que sucedió con su predecesora magrebí, la organización yihadista fundada por Zarqawi también puede extinguirse fruto de una mezcla de crueldad sin límites, su marginación social, las torpezas estratégicas de sus líderes, y una continua presión antiterrorista. No obstante, este escenario no implicará el fin de los problemas para Irak, ni siquiera el fin de la violencia terrorista en este país.
La organización Al Qaeda en Irak puede desaparecer o quedar reducida hasta la inoperancia, sin embargo, es más que probable que su legado ideológico perdure. El discurso yihadista ha conseguido propagarse entre los diferentes grupos insurgentes que operan en Irak. En este sentido, y al igual que ocurrió también en Argelia con el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, no es descartable la aparición de un nuevo grupo yihadista que trate de continuar con el legado de Al Qaeda en Irak, presentándose como un retorno al recto camino de la yihad contra cruzados y apóstatas.
Incluso aunque esto no sucediese, aquellas organizaciones que tuvieron un origen secular y nacionalista se han visto seducidas por la retórica del islamismo violento y enfrentamiento entre civilizaciones propugnado por Bin Laden. Todas ellas han incorporado en sus discursos multitud de elementos de elementos doctrinales del salafismo yihadista.
Ello les lleva a interpretar su enfrentamiento contra Estados Unidos y sus aliados (incluyendo musulmanes iraquíes), no sólo como la reacción frente a una invasión injustificada, sino como expresión de una lucha maximalista entre el Islam y sus eternos enemigos históricos.

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