América Latina debe crear un foro permanente de Seguridad
Los conceptos de “Defensa” y “soberanía”, a examen
Los conceptos de “Defensa” y “soberanía”, a examen
Por Rafael Moreno Izquierdo
Publicado por Safe Democracy Foundation- 7 de marzo de 2008
No tiene sentido pensar que la salvaguarda de los intereses nacionales se puede garantizar con medidas exclusivamente dentro del territorio nacional. Colombia no tendrá éxito contra las FARC si se refugian al otro lado de la frontera (lo que no exime de que Bogotá tenga que pedir perdón de forma directa y plena a Ecuador). La seguridad interna y externa de América Latina sólo se conseguirá con un esfuerzo común y coordinado. He aquí cómo.
(Desde Madrid) La crisis provocada por la decisión de Colombia de defender su seguridad (interna) con un ataque al grupo rebelde de las FARC en el exterior de sus fronteras (en este caso en el territorio de Ecuador) pone sobre la mesa la necesidad imperiosa de que América Latina actualice sus conceptos de seguridad (interna y externa) y soberanía, y avance en la institucionalización de mecanismos que aseguran una mayor integración en esta esfera, al igual que se ha logrado en el campo económico y político.
Con independencia de que es evidente que las disputas entre Estados no deben resolverse a cañonazos, no es menos significativo que tampoco se puede permitir que Estados soberanos cierren los ojos sistemáticamente a la utilización de su territorio (como poco) por parte de grupos insurgentes que pretenden derrocar gobiernos democráticos o, en el caso de los narcotraficantes, minar sus fundamentos.
¿Hasta que punto esta práctica (dar cobijo a grupos rebeldes, como reconoce la propia Organización de los Estados Americanos, a las FARC) no representa también una violación de la soberanía y de la integridad de otro Estado vecino que intenta combatir esa amenaza terrorista por medios democráticos?
CRITERIOS OBSOLETOS
El problema de fondo radica en que América Latina, a pesar del avance económico y de la progresiva consolidación de los regímenes democráticos que ha experimentado en los últimos años, todavía sigue operando con criterios anticuados respecto a seguridad y soberanía. Por una parte, la mayoría de sus Gobiernos están de acuerdo con el criterio de que la seguridad debe ser entendida hoy en día como algo global y compartido (seguridad ampliada) y, por tanto, asumen sus responsabilidades a la hora de contribuir activamente a exportarla a través de su participación en misiones de paz de la ONU en escenarios tan cercanos o lejanos como Haití, Balcanes o incluso Oriente Medio.
Sin embargo, y aunque parezca curioso, no comparten este mismo criterio cuando se habla de amenazas y riesgos a nivel regional. El continente latinoamericano carece de foros multilaterales para conversar, definir e implementar medidas concretas que impliquen medios militares y que garanticen una seguridad compartida (interna y externa) sea contra narcotraficantes o guerrilleros.
No tiene sentido seguir pensando que la salvaguarda de los intereses nacionales se puede garantizar con medidas efectivas exclusivamente dentro del territorio nacional de uno. Los criminales y terroristas son trasnacionales y las respuestas gubernamentales (para ser efectivas) deben ser también de esta naturaleza, sin necesidad de tutelas de Estados Unidos o de ningún otro actor de fuera la región. La solución institucional debe ser genuinamente latinoamericana, su madurez política lo requiere y permite.
UN PROBLEMA COMÚN
En el caso actual, Colombia no tendrá ninguna posibilidad de éxito contra los grupos rebeldes si cuando los persiguen encuentran refugio para descansar y avituallarse en santuarios situados al otro lado de la frontera. La responsabilidad entonces también recae en los países vecinos. Nadie discute que las FARC se encontraban en suelo ecuatoriano (lo que no exime de que Bogotá tenga que pedir perdón de forma directa y plena) pero tampoco vale como excusa que las autoridades de Quito carezcan, como han reconocido, de los medios tecnológicos para controlar efectivamente sus fronteras.
Siendo sinceros, este es un problema que afecta a casi todos los países de la región (o de fuera de ella, pensemos en la Vieja Europa), especialmente los más grandes que se encuentran ahora inmersos en costosos programas de vigilancia de sus zonas remotas (Brasil y la Amazonía, por poner un caso).
Sin embargo, tampoco esto justifica que el Gobierno del presidente Uribe no hubiera encontrado foro o manera más diplomática para presentar las prueba irrefutables que poseía sobre la utilización de territorio extranjero por parte de la FARC, a pesar de reconocer que la situación especial de Colombia, el único país latinoamericano en guerra abierta, con el enorme esfuerzo de todo tipo que ello implica.
RESPUESTAS CASI SIEMPRE BILATERALES
Latinoamérica fue un continente pionero en alcanzar algunos de los acuerdos de desarme más importantes en la época de la Guerra Fría, y organizaciones como el Mercosur han avanzado en medidas concretas para controlar, por ejemplo, el tráfico de armas cortas pero la región carece de un foro apropiado para progresar en la colaboración estrictamente militar
La modernización de las Fuerzas Armadas no solamente es una cuestión de material, sino también de doctrina y estrategia. Las reuniones de ministros de Defensa ya no son suficientes. La OEA se ha autoexcluido desde su origen de esta función y la Junta Interamericana de Defensa, que podría haber cubierto éste vacío, ha sido relegada, quizá por la presencia de Estados Unidos y el miedo de algunos de que pudiera ser utilizarla como instrumento encubierto de influencia.
Esto obliga a que, ante la aparición de crisis como la actual, las respuestas sean casi siempre bilaterales replicando relaciones tradicionales más que esforzándose por buscar soluciones imaginativas. Por ejemplo, Chile tendría que apoyar a su aliado estratégico Ecuador mientras que Perú a Colombia.
AFRONTAR LAS DEFICIENCIAS ESTRUCTURALES
En el escenario actual de confrontación entre Bogotá y Caracas, es muy importante que los tres grandes del continente (Brasil, Argentina y México) declinen tomar partido para no alimentar la creación de bloques alrededor de Uribe o de Hugo Chávez. Afortunadamente, la crisis se ha orientado con serenidad y ninguno de los tres ha optado por caminos que hubieran agravada la ya de por sí difícil situación.
Argentina, cerca de Venezuela por sus necesidades energéticas, puede y debe jugar un papel de mediador y Brasil, como principal potencia regional, requiere poner influencia moral y política contra cualquier aventura bélica y el máximo respecto de las prerrogativas de cada Estado, precisamente ahora que el crecimiento económico debe traducirse en una mejora general de la calidad de vida de todos los latinoamericanos. A México le toca el complejo papel de explicar a Washington que es mejor que permanezca distante y no caiga en la tentación de transformar su problema político con Chávez en uno de dimensión militar.
La OEA ha dado la respuesta a corto plazo a la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela, al reducir la tensión y constituir una comisión imparcial que investigue todas las dimensiones del problema. Sin embargo, ello no soslaya las deficiencias estructurales. América Latina debe crear un foro permanente de seguridad. Brasil, quizá el único que en estos momentos puede liderarlo, ha propuesto la creación de un Consejo de Defensa Sudamericano todavía por definir.
Sea cual sea su formulación, lo importante es avanzar en su constitución y asegurarse de que no se convierta en una organización hueca y poco operativa. La seguridad (interna y externa) de los latinoamericanos sólo se conseguirá con un esfuerzo común para enfrentarla de manera cooperativa y coordinada. La crisis de Colombia es una llamada de atención para no dilatar más su formulación práctica.
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