lunes, 14 de enero de 2008


¿Porqué Pakistán es un estado apetecible para el yihadismo radical?

Por Alberto Priego

Publicado por Safe Democracy Foundation


Al Qaeda quiere hacerse con el control de un país y Pakistán presenta unas condiciones ideales: tiene de vecinos a países como Irán, Afganistán o India; posee un conflicto (Cachemira) de los considerados universales por los musulmanes, y, sobre todo, tiene una salida al Mar Arábigo que cerraría el tráfico de petróleo de las monarquías del Golfo, consideradas por Al Qaeda como la principal fuente de corrupción. Además, tiene misiles nucleares (Ghauri). Benazir Bhutto representaba la única opción democrática frente a Pervez Musharraf y a los islamistas radicales.

(Desde Londres) La figura de Benazir Bhutto sólo es comparable a la de la presidenta de Letonia, Vaira Vike-Freiberga o a la inigualable Margaret Thatcher. Nacida de una familia de terratenientes de la región del Sindh, siempre tuvo una personalidad muy controvertida, incluso en su propia familia donde se negó, rotundamente, a llevar el burka. Su propio padre ya sabía de lo insólito de la personalidad de su hija y puede que por ello la llamara Benazir, cuyo significado es única.
De educación exquisita y occidental, se graduó en Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard para doctorarse posteriormente en la Universidad de Oxford. Sin embargo, nunca renunció a la modernización de su país, un hecho que finalmente, como a su padre y a sus hermanos, le ha costado la vida.

Curiosamente, el asesinato de Benazir Bhutto se produjo a escasos kilómetros de donde fue ahorcado su padre, Zulfikir Ali Bhutto ajusticiado por el General Zia bajo la acusación de asesinato. Precisamente, la controvertida muerte de su padre marcó su vida ya que reafirmó su compromiso con Pakistán.
Pocos minutos antes de su asesinato, Benazir Bhutto afirmó que toda su familia había sacrificado su vida por Pakistán. Ella no iba a ser una excepción.


UNA LÍDER ODIADA POR TODOS
Bhutto pronto se convirtió en una figura incómoda para todas las fuerzas políticas de Pakistán, desde los militares del General Musharraf hasta los radicales islámicos que habían jurado asesinarla en varias ocasiones. Tampoco se libra el ahora único líder de la oposición, Nawaz Sharif, quien no dudó en aliarse con el poder militar de Ayub Khan para sacarla del poder a comienzos de los noventa.

Incluso su propio hermano Murtaza se enfrentó a ella al ser designada líder del Partido Popular de Pakistán (PPP) y fue precisamente bajo su mandato cuando éste fue abatido por las fuerzas policiales de Pakistán.
Tras un largo exilio forzoso (1999-2007) acusada de corrupción, el pasado 18 de octubre retornó a Pakistán y, como bienvenida, grupos islamistas intentaron asesinarla. Tras este atentado, en el que murieron 140 personas, Benazir Bhutto pidió encarecidamente protección al Gobierno de Pakistán aunque, bien por incapacidad bien por falta de voluntad, el presidente Musharraf no la protegió.

Además, la declaración en noviembre pasado del Estado de excepción y sobre todo el cierre de las emisoras de radio privadas obligaron a los candidatos a difundir su mensaje mediante el boca a boca. Esta medida incrementó exponencialmente el peligro a sufrir atentados terroristas. El riesgo era tal que el entorno de Benazir Bhutto llegó a pedir protección a la inteligencia israelí, aunque el servicio secreto no aceptó la propuesta para no comprometer su posición internacional.


AUTORÍA DEL ASESINATO
Como siempre, en Pakistán nada está claro, aunque todo el mundo apunta a un único culpable. Nada más producirse el atentado el Gobierno de Pervez Musharraf señaló a Al Qaeda como autor del magnicidio. Concretamente, se dijo que el asesinato se llevó a cabo por el grupo de Baitullah Mehsud, el líder de Al Qaeda en el país del Sur de Asia. Curiosamente, el Gobierno de Musharraf firmó un acuerdo de no agresión (2005) con Baitullah Mehsud, aunque posteriormente éste fue roto con el ataque gubernamental al campamento de Zamazola.
Con todo, lo más triste es pensar que todo el mundo sale ganando con el asesinato de Benazir Bhutto ya que era la alternativa tanto a los islamistas como al propio Musharraf. Por un lado, el ya ex-General puede presentarse de nuevo ante Occidente como la única alternativa frente a las hordas islámicas que amenazan con hacerse con el poder de Pakistán. Por otro lado, los radicales islámicos han logrado quitarse de en medio a la única alternativa democrática que tenía Pakistán. Bhutto era rechazada por ser mujer, demócrata y, sobre todo, por defender la opción secular.
Sin embargo, Musharraf y los islamistas no están tan distanciados como parece, ya que es precisamente el súper poderoso servicio secreto ISI quien ha creado y alimentado a los grupos más radicales de Pakistán. Valgan de ejemplo La Armada de los Puros (Lashkar-e-Tayyaba), Los Guerreros del Partido de Dios (Hizbul Muyahidin) o El Ejército de Mahoma (Jaish-e-Mohammed) responsables asesinato del periodista Daniel Pearl.
En definitiva, el asesinato de Bhutto supone, sin lugar a dudas, el descabezamiento de la oposición y, como se esperaba, el aplazamiento de las elecciones legislativas que iba a ganar el PPP (y que según parecen se celebrarán el 18 de febrero).
Como herederos políticos, quedan su marido Asif Ali Zardari, acusado de corrupción, y su jovencísimo hijo Bilawal, de quien esperamos que pueda llevar a cabo la misión que ni su abuelo ni su madre pudieron culminar.


UN GOLPE BIEN CALCULADO Y FRIAMENTE EJECUTADO
En lo que al futuro de Pakistán se refiere, la situación se presenta complicada.

Desde hace algún tiempo parece que Al Qaeda quiere hacerse con el control de un país y Pakistán presenta unas condiciones ideales. La sucesión de gobiernos militares ineficaces y de corte populista son la mejor carta de presentación para que grupos islamistas puedan tomar el poder. Bhutto era la única opción democrática frente a Musharraf y a los islamistas; mientras que el primero ya no puede ofrecer seguridad y control sobre los radicales, los segundos buscan una oportunidad para hacerse con el control del país. Si hoy se celebraran unas elecciones limpias, la victoria se la disputarían entre los seguidores de Mawdudi y los seguidores de Bhutto.
Sin embargo, aunque una victoria islamista tendría unas consecuencias pésimas para el futuro del país, tal y como ocurrió en Palestina o en Líbano, en el caso de Pakistán la repercusión exterior sería aún peor. Por un lado, la posesión de armas nucleares convierte a Pakistán en un país muy atractivo para los islamistas. Un control islamista de Pakistán sería, pues, una tragedia internacional ya que la desestabilizaría directamente la región e indirectamente el mundo. Pakistán posee misiles como el Ghauri, con un alcance de 1500 km (Irán y toda la India), aunque está trabajando en el Ghauri II y en el Tipu, que podrían tener un alcance de hasta 4000 km. Estas armas podrían convertirse en una amenaza global si cayeran en las manos equivocadas; no tenemos más que acordarnos de las andanzas de Khan y sus relaciones con Corea del Norte.

Por otro lado, la situación geoestratégica de Pakistán la convierten en un plato apetecible para Al-Qaeda. Pakistán es vecino de países como Irán, Afganistán o India; posee un conflicto (Cachemira) de los considerados universales por los musulmanes, y, sobre todo, tiene una salida al Mar Arábigo que cerraría el tráfico de petróleo de las monarquías del Golfo, consideradas por Al Qaeda como la principal fuente de corrupción. Todas estas características convierten a Pakistán en un Estado apetecible para los radicales islámicos.
La situación que está viviendo Pakistán no favorece en lo más mínimo a la vecina Afganistán. Desde los tiempos del Imperio Británico, el futuro de Afganistán y Pakistán han estado inextricablemente unidos. En los años setenta, Zulfikar Bhutto inició una campaña de islamización de Afganistán promoviendo la creación de los muyahidines, que hoy vuelven a Pakistán como un amenazante boomerang. El descontrol de la frontera norte favorece las incursiones y sobre todo la imposibilidad de derrotar definitivamente a los talibanes, que encuentran refugio y apoyo en Pakistán. El presidente Musharraf no ha sido capaz de acabar con la porosidad de esta frontera, y esto fortalece a los talibanes, al tiempo que, desde luego, debilita la credibilidad de la propia OTAN.
Así, el asesinato de Bhutto ha sido un golpe bien calculado, fríamente ejecutado y, sobre todo, con unas consecuencias que van más allá de lo imaginado. Tendremos que esperar algún tiempo para conocer su verdadera repercusión.

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